20.11.10

ESPECIAL WEB/Un ángel ha muerto, por J. S. Calvo

DOLORES VICENTE COSTA



LA RIVERA
Se ha marchado un ángel. Se fue. Pero sigue con nosotros. La respiramos en el aire. La sentimos y vemos difuminada entre recuerdos.
Dolores "la Rivera" se nos escapó el lunes 25 de octubre de este 2010 que se esfuma. Había nacido en la finca llamada Casa Nueva, junto a los peones camineros de antaño, a un quilómetro de la villa de Catral que ostenta el título desde 1741 por gracia de don Felipe V de Borbón. Allí vivieron sus padres durante diecisiete años. Siempre recordaba Dolores su vida de infancia, cuando su hermana María Teresa y su hermano Manolo ponían trampas de pájaros..., también a Juan de Dios, tenía colmenas y les decía "pedir pan a vuestra madre que os voy a poner miel..." Y la Guerra Civil, cuando su vecino Pedro, marido de Lola, marchó y allí lo mataron. Y en la Navidad, cuando jugaba con sus primos en la era y comían las tortas que les hacía su madre.
Cuando estalló la Guerra requisaron casa y tierras a la familia y tuvieron que marchar a San Felipe Neri a casa del hermano menor del padre, Ricardo.



Doña Adelina fue su profesora inmejorable cuando solo tenía seis años, en el año 1934, y un año después ya había aprendido a leer, pues su madre la ayudaba con las letras de el catón.
Las escuelas estaban en la calle San Juan, que después se convirtieron en Biblioteca Municipal, en el mismo edificio de correos. Entre sus compañeras estaban Desamparados Guillén, Josefita Sierras, Maraivllas Leal, Manola Penalva, y Asunción Ros... Su infancia guardó siempre recuerdos inolvidables.





Aprendió a escribir con el librito Guía del artesano
y se educó con La niña instruida.








En 1937, dirigida por su profesora y Sebastián Sierras, interpretó el papel de "Patria" en una magnífica obra teatral que fue reconocida por el público asistente al teatro catralense.








SUS ABUELOS PATERNOS E HIJOS




                                                         
                                                                EL "CHARLES"
José Latorre "el Charles" puso su vista y su arte de fotógrafo en muchos momentos de las vidas de los catralenses y de toda la comarca, también en la vida de Dolores, fue su mejor amigo desde la infancia.
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                                                 FIESTAS DE SANTA ÁGUEDA 1965

(Foto Charles)

La Romería de Santa Águeda de 1965 editó su programa de fiestas en un díptico donde Pura Guirau Miralles (Bibliotecaria Municipal, Grupo Castrum Altum de Investigadores Locales), desarrolló un artículo titulado: "Una tradición religiosa y popular de la huerta de Catral" donde escribe sobre sus orígenes, significado y valor de esta tradición tan arraigada entre los catralenses.

SUS VECINOS
Muchas personas pasaron por la vida de Dolores, de aquí y de allá, aquí las van a conocer...
De la Erica: el tío Paco, la tía María (con su dejo "tan murciano"), y sus hijos José y Manolo. José se hizo fotógrafo y tomó el nombre de "Fotos Charles". Fue un hombre sencillo e incansable gracias al cual Catral cuenta con unos recuerdos gráficos incomparables.
Manolo, el hermano del Charles, estuvo cerca de la familia. Se casó con una chica muy trabajadora del campo. Sus padres eran de San Felipe Neri, motivo más que suficiente para conocerlos. 

POEMA AL HIJO

                                                                Hijo mío, mucha alegría,
mucha esperanza,
pocas tristezas
y algunas lágrimas.
                                                                        Ésa, hijo mío,
-flor de mi alma,
ésa es la vida
desde la infancia.

Auxiliadora con nueve meses, nacida el 8 de diciembre de 1959

EL DOMUND EN SAN FELIPE NERI
..."fuimos muy felices con nuestro hijo que este día del Domund de 1964 en San Felipe Neri, solo tenía tres años..., siempre le marcamos el mejor camino..."


CONVIVENCIA DE ALUMNAS DE CORTE Y CONFECCIÓN
 Mayo 8, 1999


TU MADRE
Entre besos y caricias esto tu madre te enseñó, y como sé que lo olvidaste, te lo recuerdo yo:

Bendida sea tu pureza
y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.
A tí celestial Princesa
Virgen Sagrada María,
yo te ofrezco en este día,
Alma, vida y corazón,
mírame con compasión
¡No me dejes, Madre mía!

PARA MI HIJO
¡CUÁNTO TE QUIERO!

Tengo dentro del alma,
lleno de flores,
un altar, altarcito
de mis amores.
Allí hay cirios tan blancos
como el armiño
que corona la llama
de mi cariño.
Es la brasa con alas
del pebetero
que vuela en mis palabras
para decirte
¡cuánto te quiero!

LOS CURAS DE MI PUEBLO

Don Vicente Pérez Pujalte
Fue el primer sacerdote que conoció "La Rivera", una persona  muy buena; la quería mucho y le decía: "Tienes que estudiar, que yo te ayudaré a pagar los estudios", pero, "¿cómo me iba a ayudar a pagar nada si él no tenía ni una peseta? Sólo tenía gran corazón, y me dedicó un libro muy bonito de versos... Nunca olvidaré a don Vicente".

Don Trinitario Lozano Montoro
Fue un sacerdote que trabajó duro en nuestra parroquia que restauró  totalmente tras los incendios sufridos durante la Guerra Civil. Fue un hombre de gran valor, trabajador y valiente. Dejó mucha huella en nuestro pueblo y las personas mayores lo recordarán con mucho cariño.

Don Iván Juan Santos
Fue también párroco de la iglesia Santos Juanes, muy diplomático, pero siempre recto y marcano el camino correcto. Todo lo solucionaba con "aquella sonrisita tan agradable" que tenía para todos y en especial para los enfermos, a los que siempre visitaba... lo querían mucho.

Don José Abellán
Sacerdote incansable, trabajador y valiente, llegó a nuestra parroquia con muchas ganas de trabajar, poniendo la iglesia en primera linea. Tenía mucho palique. Renovó el templo con pinturas y otras cosas. Un día se marchó a su pueblo natal, Villena, al Santuario Nuestra Señora de las Virtudes, todos le recordamos con gran cariño. 

Don José Ruiz Costa
Sacerdote que relevó a don José Abellán, la tempestad y la calma. Don José Ruiz trabajó lenta y duramente en nuestra iglesia, su estancia en Catral fue maravillosa, aunque en 2002 dejó la parroquia y se llevó nuestros corazones y nos quedamos con el suyo.

Don José María García Bernabé
Sacerdote, compañero y amigo... Su primera parroquia fue San Felipe Neri, marchó después a Elda, Callosa de Segura, Almoradí. Trabajó duro y de todas las parroquias salió por la puerta grande. Retirado a su pueblo de Catral, sigue trabajando y apoyando a cuantos curas han pasado por los Santos Juanes.

PROCLAMA MI ALMA LA GRANDEZA DEL SEÑOR 

Bodas de Plata sacerdotales de José Luis Úbeda Sierras
Ordenación 20 julio 1980
Primera misa solemne 27 julio 1980
CATRAL

A MIS HIJOS
Quiero que sepan mis hijos que siempre he estado a su lado... Motivando la función de la madre y deseando infundir en ellos parte de mí misma, deseano moldearlos para hacer de ellos personas de bien.
En muchas ocasiones he podido comprobar que he sacado rendimiento en mis consejos, siempre he intentado con mi mejor voluntad enmendar mis errores, siempre en mis actuaciones he soñado lo mejor para mis hijos.
Espero que ellos también transmitan a los suyos los mismos consejos, que los moldeen a su aire, pero sabiendo que lo importante es el ejemplo de los padres... 

El Señor da ciento por uno..., ánimo y a ser buenos padres, y a dar buen ejemplo.

ÁLBUM FOTOGRÁFICO 
Al cumplir 70 años junto a sus hijos y nieta Miryam
Curso de cocina en 2006
Día de la Madre 2006
Te doy las gracias, Madre Mía... Desde el cielo
quisiera dirigir a mis hijos, que no los puedo olvidar...

FIN



El PREGÓN 2010

Pronunciado por don José María García Bernabé
el día 21 de mayo de 2010 en la Plaza Villa Real



Todos tenemos clarísimo que el ser designado Pregonero de cualquier acontecimiento es un honor que se estima y agradece en gran manera, y que presupone unos méritos por parte del Pregonero.
Soy consciente de que los méritos que afectan a este Pregonero son totalmente nulos, aunque sí existe una corriente afectiva entre los vecinos y simpatizantes de la Parroquia de San Felipe Neri y el Pregonero de este año. Esa es mi ventaja, que en cierta manera me ayuda a superar el complejo que lleva consigo el hecho de que el Pregonero del año pasado fuese el presidente de la Diputación Provincial Dn. José Joaquín Ripoll y el de este año sea un cura viejo, jubilado, en la última etapa de su vida, con las torpezas características de su edad, además de canoso al máximo.
Decía que entre vosotros y yo hay una corriente afectiva que se origina en mi infancia y se consolida en los trece años que compartí vuestra vida y los avatares de la misma como Cura de esta Parroquia.Y ésta es la única ventaja que favorece mi cometido de Pregonero.
En mi infancia y primeros años de juventud, algunos domingos por la tarde veníamos paseando hasta San Felipe Neri con nuestro amigo Pedro Grau, compañero de la escuela, que entonces vivía en Catral, en la calle de Prim con su madre y el segundo esposo de la misma, el tío Pepe el Cabito. Pedro visitaba a sus abuelos, con los que departía un buen rato de conversación mientras nosotros jugábamos en la plaza. El regreso siempre lo hacíamos comiendo dátiles, granadas o alguna fruta propia del tiempo, obsequio de los abuelos de Pedro y que en los años cuarenta era algo muy valioso y estimado por los niños y hasta por los mayores.En más de una ocasión también acompañábamos al anciano sacerdote Dn. Manuel Sirvent, que defendiéndose del sol de verano con una sombrilla algo deteriorada, venía andando desde Catral a celebrar la misa del Domingo.
Cuando el sacerdote hacía este viaje en la tartana del abuelo de Pedro, o en la de la tía Dolores del Ortané, o en la de algún otro vecino, teníamos el honor de acompañarle en la tartana, más anchos que panchos, convencidos de que viajábamos en un mercedes de gran lujo.
Por otra parte, la mayoría de terratenientes de San Felipe Neri eran clientes de mi padre, que con su hermano menor José María, tenía un taller de aperos de labranza, al que acudían a encargar nuevos o a reparar los viejos. Era rarísimo no ver a algún sanfelipense en el taller del tío Pascual Luis a cualquier hora de día, y sobre todo los domingos por la mañana, que era el día de los encargos y de los pagos.

Estos detalles tan entrañables son los que alivian el miedo y el complejo a la hora de hacer este Pregón. Estoy convencido de que vuestro afecto y benevolencia sabrán disimular y perdonar los múltiples fallos, errores u omisiones que pueda cometer al proclamarlo.
Sabemos que hacer un Pregón sustancialmente consiste en divulgar en público y en voz alta una noticia, aviso o acontecimiento que conviene hacer saber a todos.
En este caso concreto se trata de anunciar las Fiestas en honor de nuestro Patrón San Felipe Neri, pero en esta ocasión haciéndolas descansar sobre los re
cuerdos de un pasado no muy lejano que constituye la raíz del presente, y la fuerza invencible del futuro.
Y empiezo por recordar las primeras fiestas en honor del Santo que viví como Párroco de la Comunidad, y que contienen una circunstancia muy triste y dolorosa además de entrañable y hasta aleccionadora. Sobre las doce del medio día de la víspera de la fiesta, 25 de Mayo de 1.954, con el tradicional volteo de campanas las personas mayores disparaban a mansalva aquellos petardos tan potentes que al caer a tierra y hacer explosión, rompían las piedras que había en el suelo.
El tío Antonio Animeta, alcalde pedáneo en aquellas fechas, era el líder en aquella simpática tarea, y en un descuido o distracción muy natural en el ambiente festivo que se vivía, le hizo explosión en la mano el petardo al que estaba prendiendo fuego. La explosión le destrozó la mano y le arrancó varios dedos.

Su sobrino Antonio Cecilia que estaba participando en el festejo, montó en el asiento trasero de su moto colomet al tío Antonio, que muy valientemente se cogió al cuello de su sobrino, quien a la máxima velocidad que permitía la carretera y la situación del accidentado, le llevó a casa del médico Dn. Carlos Barrera en Catral.
Como yo casualmente también estaba por allí, les seguí con mi guzzi. Dn. Carlos nos atendió inmediatamente. Sin anestesia alguna emprendió la delicada y desagradable tarea de curar aquella mano destrozada, lo cual comportaba el cortarle los huesos de los dedos que estaban a la vista. Yo no he vivido momento más desagradable. Antonio Cecilia y yo teníamos sujeto por los brazos al tío Antonio, que se revolvía y se lamentaba con una fuerza tremenda, mientras repetía una y otra vez ¡QUE NO QUIERO BLASFEMAR!. ¡¡QUE NO QUIERO BLASFEMAR!!
Terminada aquella curación provisional llevada a cabo con medios tan elementales, le llevamos a casa y se acostó. Esa misma tarde vino de Murcia su hijo Joaquín que estudiaba los últimos cursos de Derecho en la Universidad de aquella ciudad e inmediatamente se lo llevó a Murcia y lo internó en un Sanatorio, donde ya le hicieron una curación más cuidada y más sedante.
Las fiestas de aquel año, 1.954, estuvieron todas ellas afectadas por la tristeza propia de aquella circunstancia. He comenzado por recordar este acontecimiento, porque para mí fue el que me dejó peor sabor de boca a la vez que mayor gratitud y admiración para con el tío Antonio, quien a pesar de su situación extremadamente molesta y dolorosa, continuó dando consejos oportunísimos por medio de su esposa y de sus hijos, a quienes estábamos llevando a cabo las tareas programadas para la fiesta.
Y recordado este detalle creo justo y necesario hablar de las circunstancias tan sencillas que dieron lugar a mi nombramiento como Párroco de San Felipe Neri.
Una mañana de domingo de primeros de Agosto de 1.953 vienen al taller de mi padre, Dn. Joaquín y el tío Antonio Alonso acompañados por un grupo de ocho o diez vecinos de San Felipe Neri cuyos nombres recuerdo casi en su totalidad. Querían hablar conmigo, que hacía un mes había cantado mi primera Misa, para preguntarme si me sería agradable ser Cura de San Felipe Neri. Casualmente yo estaba allí en ese momento y les contesté que para mí sería el premio gordo de la lotería, pero que ya me había comprometido con el párroco de Catral, Dn. Trino, quien sintiéndose mayor y mermado de facultades creía necesitar un sacerdote que le aliviase un tanto del excesivo trabajo que daba la parroquia de Catral. El tío Antonio, portavoz del grupo, respondió que yo era joven y muy bien podía asumir los dos cargos. Yo ya me desentendí del tema; pero el tío Antonio y Dn. Joaquín, al jueves siguiente marcharon a Orihuela y pidieron audiencia al Sr. Obispo, Dn. José García Goldáraz.

El Sr. Obispo que era todo bondad, les recibió muy amablemente, escuchó su demanda y les aseguró que trataría de complacerles. Así lo hizo. A primeros de Octubre recibí los dos nombramientos, Vicario Auxiliar de la Parroquia de Catral y Cura de San Felipe Neri, haciendo constar en el mismo documento que mi cargo principal era el de Cura de San Felipe Neri. A Dn. Trino no le agradó mucho la solución final, pero como lo había hecho el obispo, lo aceptó aunque no de muy buen grado. Yo me esforcé al máximo por aliviar su trabajo y creo que él se percató de ello Lo que nunca he sabido es si se enteró de la causa que había provocado el cambio sustancial en los nombramientos.
El día 18 de Octubre de 1.953 tomé posesión de mi cargo de Cura de San Felipe Neri. Dn. Joaquín y el tío Antonio organizaron el acto. Vinieron a recogerme a Catral con el taxi del Rio Seco. Fue un acto sencillo y emotivo al máximo. Todos los vecinos estuvieron presentes y se percibía en el ambiente que el pueblo tenía hambre de Cura, pues por unas u otras causas, eran muchos años los que habían estado atendidos con bastante provisionalidad.
La tarea que había a la vista era enorme y nada cómoda. Las jóvenes acometen enseguida la limpieza del templo, que realmente estaba en pésimas condiciones. Las ventanas de la cúpula y las situadas sobre el presbiterio no tenían todavía cristales. Además la bóveda del ábside tenía dos grietas alarmantes que permitían a las lechuzas entrar y salir con plena libertad en el Templo. Las lechuzas dejaban sobre el pavimento del presbiterio un excremento blancuzco, que cuando se secaba, era dificilísimo de limpiar. Con la ayuda siempre incondicional de Dn. Joaquín, de Paco el Gío de Catral y de algún monaguillo de los mayores, colocamos los cristales en la cúpula y presbiterio. Y Miguel el Negro, Silverio Martínez y Pepe el Pajarero, taparon provisionalmente las grietas del ábside con yeso muerto, con lo cual, las lechuzas ya no tenían acceso al interior del templo y las jóvenes ya pudieron hacer una limpieza general más a fondo.
Ante la carencia casi absoluta de objetos de culto, la feligresía entera se vuelca para regalar a la Parroquia los objetos más necesarios: amitos, purificadores, manutergios, corporales, conopeos, vasos sagrados, ornamentos, etc.. Una novia entregó su manto para confeccionar el conopeo del sagrario que ya se había adquirido por la acción sacrificada de las jóvenes con la visita domiciliaria del cuadro del Corazón de Jesús. Doloricas la Ribera con las alumnas de su academia de corte y confección, llevaron a cabo este trabajo y cualquier otro que se les encomendaba.
La tía Ángeles Bernabéu obsequia a la Parroquia con el copón de plata sobredorada. El Ostensorio, que en nuestro lenguaje popular llamamos Custodia, es obsequio de la tía Josefa García, viuda de Pedro Animeta. Todos sus hijos están con ella cuando el Cura va a sugerirle el regalo de la Custodia, y como la tía Josefa al principio se resistía algún tanto a aceptar el compromiso, su hija Lola, con su peculiar gracejo y simpatía, le dijo: ¡Ánimo, Mama, que se joa el dinero!
El Palio lo regaló a la Parroquia el tío Antonio el Chicharrero. También en esta ocasión se dio una anécdota muy sabrosa. El párroco, en presencia de su esposa y de todos sus hijos le propone la conveniencia de su obsequio, asegurándole que la casa Santarrufina, que confeccionaría el palio, le daría toda clase de facilidades para su pago. El tío Antonio se resistía, aunque yo creo que era solo en apariencia, y en ese momento una de sus hijas, le dice: No tenga miedo, padre. Este año ninguna de nosotras nos hacemos “hatico nuevo”. Y ante este gesto tan generoso y entrañable de sus hijas, el tío Antonio aceptó sin vacilaciones.
Inmediatamente acometimos una restauración elemental de la Capilla de la Comunión, en la que se colocó un altar de escayola muy decente, y en él se situó con todas las seguridades que preceptúa la normativa litúrgica el Sagrario y la lámpara de aceite que había de alumbrarlo permanentemente. Nunca hubimos de comprar aceite para la lámpara; la providencia se encargaba de sugerir a algún buen feligrés cuándo era el momento en el que se precisaba.
EL tío Joaquín el Congris regala la imagen de la Inmaculada que presidiría este altar y una gran alfombra que consiguió de algún fabricante amigo para el ornato del pavimento de la capilla, en la que también se colocó la verja artística que para separar la Capilla, del Presbiterio se había colocado en la época de la fundación por el cardenal Belluga, y que inexplicablemente se quitó de su lugar natural y se perdió hace unos años.
Un domingo por la tarde hicimos el traslado solemne del Santísimo desde Catral a casa del tío Antonio el Chicharero y desde allí, a la Iglesia de San Felipe Neri.
Era extraordinariamente edificante ver a los niños de las escuelas hacer una visita al Santísimo cuando salían al recreo de la once de la mañana.
La actividad pastoral de la Parroquia se inicia inmediatamente dando cauce a los muchos deseos de vida activa que había en la feligresía. Mes de ánimas, novena a la Inmaculada, Octavario al Niño Jesús, Felicitación sabatina, y así constantemente siguiendo el ritmo normal que establece la Liturgia.
Es necesario hacer alusión al espíritu de sacrificio ilimitado de los monaguillos, que acudían a la Parroquia sin regateos ni perezas siempre que se les necesitaba. En todo tiempo hubo un número muy respetable. Tengamos en cuenta que la Misa de los días laborables era a las 7´30 de la mañana y que los toques se hacían de media en media hora. Yo procuraba estar en la Parroquia a las 6´30 y cuando llegaba ya había algunos monaguillos sentados en los portalicos de la Iglesia esperando a que llegase el cura para tocar el primer toque y empezar las faenas propias.
El sueldo era sustancioso y puntual por demás. Tres duros cada mes, que se les entregaba en un sobre y que muchos meses renunciaban al mismo si la parroquia estaba en esas fechas algo estrecha en su economía, lo cual sucedía muy a menudo.
La misa de los domingos era todo un gozo; el templo lleno de niños, que participaban activamente en cantos, respuestas y actitudes, de una manera ejemplar.
Terminada la Misa, todos los domingos había Catequesis hasta finales de Agosto en que se celebraba solemnemente la clausura del curso con el popular reparto de premios, que procurábamos llegase a todos los niños. Más que el aprendizaje del catecismo se premiaba la constancia y la servicialidad para con la parroquia, para con la Casa parroquial y para con el pueblo. El regar y limpiar las palmeras de la plaza y el patio y jardín de la casa parroquial era premiado con mucha generosidad, lo cual repercutía beneficiosamente en la posibilidad de participar en la excursión que tenía lugar en la primera quincena de septiembre.
En una de aquellas excursiones fuimos al Mar Menor, a Lo Pagán. Como ya había terminado la temporada, el propietario de uno de los balnearios, el Sr. Arce, nos lo dejaba por un precio muy módico, y los niños con sus catequistas disfrutaban a placer todas las horas que allí pasábamos.
Al regreso de una de aquellas excursiones y al paso por La Mata se le cayó una rueda al autobús. El conductor, con una hábil maniobra, aparcó el vehículo en una viña a orillas de la carretera y dejamos a los niños corretear y jugar por los alrededores al cuidado de sus catequistas. Y el conductor, haciendo auto stop marchó cuando pudo a Almoradí a traerse un autobús.
Yo mientras tanto, preguntando por el pueblo, fui a casa del tío Vicente el Seta, que me dijeron tenía una moto con la que iba a los pueblos cercanos a vender cada día pescado. Cuando yo entré en casa del tío Seta estaba cenando y cuando le expuse mi necesidad, le pedí que me dejase la moto para ir a Guardamar; se me quedó mirando fijamente por encima de las gafas, me dijo con la máxima energía: La moto no se la dejo ni a mi padre, pero lleva usted un traje que no me permite decirle NO. Puede llevársela cuando quiera. Como yo intenté mostrarle el carnet de conducir, lo rechazó diciendo: Para mí el carnet es ese traje. Los curas todavía vestíamos la sotana. Marché a Guardamar porque ni en La Mata ni en San Felipe Neri todavía había teléfono; y desde allí llamé a mi primo Mayo en Catral, para decirle que se acercase con la moto al estanco de San Felipe Neri y advirtiese a los padres que estarían esperando a sus hijos, que tardaríamos en llegar un rato, por un pequeño accidente que habíamos tenido.
Aprovecho la ocasión para dar las gracias a mi primo Mayo, padre de vuestra convecina Aurea. Creo que aquel día, con el nerviosismo del momento, no se las di.
Uno de los padres que esperaban nuestra llegada era Antonio Cecilia, que me dijo: Dn. José, creo que mis hijos no van a ir ya a las excursiones. Si llega a ocurrir algo grave en el accidente, me quedo sin hijos, puesto que los seis que tengo, iban en el autobús. La verdad es que ese día el Santo obró con nosotros un milagro de mucha categoría. Si este mismo accidente ocurre en el puente de la Gleda por donde habíamos pasado unos minutos antes, en vez de suceder en la llanura de La Mata, no sé cuál habría sido la consecuencia. Pensadlo quienes conocéis el puente de la Gleda.
La actividad pastoral de la parroquia es arrolladora, Hijas de María con su bandera y sus reuniones periódicas de formación, Jóvenes de Acción Católica con su bandera, sus reuniones y su imposición solemne de insignias previa la preparación reglamentaria que hacíamos en la reunión quincenal de formación, y su examen correspondiente.Dignas de mención son las dos Semanas de la Juventud que tuvimos, y a las que asistió prácticamente toda la juventud de San Felipe, Las Casicas y el Rincón de los Pablos. La primera de ellas tuvo lugar en el salón parroquial, impartida por Dn Antonio Penalva, sacerdote de Catral que estaba disfrutando unos días de descanso antes de marchar a Argentina como misionero comprometido por cinco años.
La segunda de ellas, para aprovechar el fresco de las noches del mes de julio, se organizó en la terraza de la Caja de Ahorros de Nuestra Señora de los Dolores y fue impartida por los seminaristas mayores de Catral, que por estar disfrutando sus vacaciones de verano, accedieron gustosísimos a este trabajo, por su amistad con la mayoría de los jóvenes de San Felipe Neri y con el párroco.













La actividad más importante en estos trece años, fue sin duda alguna las Misiones populares, dirigidas por un equipo especializado de P.P. Jesuitas residente en Toledo. En el Templo Parroquial hubo los diez días de misión dos padres misioneros incluido el director, que para hacer más eficaz su trabajo llevaba una emisora portátil con la que removía y congregaba todo el
pueblo siempre que era conveniente.
Manuel Vilella nos dejó un local amplio en el Rincón de los Pablos y las mujeres del barrio lo embellecieron con sus mantones de Manila, con sus mejores cobertores y y sus más primorosas macetas, dejándolo realmente acogedor. El padre misionero que atendió este centro estuvo alojado gentilmente en casa de Manuel Vilella y los jóvenes de A. C. de San Felipe Neri hicieron el traslado y colocación del altar portátil, confesionario, ornamentos, vasos sagrados y cuanto fue preciso desplazar, con el motocarro de Pepe el Estanquero, que siempre estuvo dispuesto a cualquier servicio a la Parroquia, con su motocarro primero y con su furgoneta después.
Y quiero forme parte de este sencillo pregón recordar la broma que alguien gastó al grupo de jóvenes que una madrugada estaban haciendo la limpieza del templo, antes de marchar a su normal jornada de trabajo. Esta persona aprovechó la presencia de las jóvenes que limpiaban el templo cuando todavía era noche cerrada, para entrar en la Iglesia vestido de fantasma envuelto en una sábana. Las chicas en principio sí se asustaron, pero superaron enseguida la sorpresa y siguieron haciendo su faena hasta terminarla. Yo me voy a morir sin saber quién fue el bromista.
Pero para que este Pregón no resulte reiterativo y hasta pesado, he de omitir infinidad de actividades y acciones pastorales llevadas a cabo durante aquellos trece años de ilusión, generosidad e incansable espíritu de servicio a la parroquia y al pueblo.
No me es cómodo hacer referencia a nombres de personas a las que con toda verdad soy deudor de gratitud y afecto sincero, pues con toda seguridad cometería la imperdonable omisión de algunas de ellas.
No obstante no puedo dejar de hacerlo con aquellos albañiles que cuando terminaban su horario normal de trabajo remunerado, por amor al pueblo, a sus habitantes y a la parroquia, hacían altruistamente algunos de los trabajos más delicados; como la colocación del altar en el presbiterio, subida y colocación de la imagen del Corazón de Jesús en la cúspide de la fachada del templo, construcción del hogar parroquial, et... Silverio Martínez, novio de Teresa Salcedo, joven de San Felipe Neri, Pepe el Pajarero, novio entonces de Josefica la hija del tío Pepe el Zurdo, Pepe el Negro, el Manchego y Perico Llopis de Catral y Paco Gelardo el Campanero, siempre estaban dispuestos a cualquier hora, sin prisa y sin pereza…
Se hacía un breve descanso para tomar una frugal cena, cuyo manjar de lujo solía ser algún salazón que nos regalaba Pepe el Estanquero o algún otro vecino, sin que faltara nunca alguna alcachofa o cardo argelino, muy en boga entonces y muy apreciados por su escaso amargor y que los huertanos de San Felipe traían alegremente en abundancia; y por supuesto, tampoco faltaba jamás la botella de vino con la caña correspondiente que facilitaba su consumo, evitando así el lujo vanidoso de los vasos. Entonces todavía no existían los vasos desechables de plástico. Terminada la cena, continuaba el trabajo casi hasta la media noche.
No sería justo pasar por alto la prestación personal de casi todos los jóvenes de la parroquia en la construcción del Hogar Parroquial cuando terminaba su jornada normal de trabajo en la huerta, así como la disponibilidad del tío Antonio y de José Ibáñez para avalar un préstamos de veinte mil pesetas que fue necesario concertar con la Caja de Ahorros de Nuestra Señora de los Dolores, para afrontar el presupuesto de sillas, mesas y enseres con los que se dotó el Hogar parroquial, cantidad que en los años sesenta era muy de considerar.


Todo ello ha sido la raíz y el motor que ha dado vida a la Parroquia hasta nuestros días, renovado y enriquecido todo, por los sucesivos párrocos que con su juventud y su dinamismo optimista e incansable han renovado, enriquecido y hasta enmendado cuando ha sido preciso, dando lugar así a la parroquia que ahora tenéis.
No sería justo olvidar los cuatro sacerdotes que esta Parroquia ha dado a la Iglesia diocesana en esta etapa de su existencia: Joaquín, Antonio, Miguel y Ramón.
Y más injusto sería todavía no hacer una mención muy especial de Dn. Pedro Mora Puchol, que terminó su andadura pastoral como Cura Propio de Nuestra Señora de Gracia en Alicante nació casualmente en San Felipe Neri porque su madre, Dña. Encarnación Puchol, era la maestra nacional del pueblo en aquellas fechas. Pero Dn. Pedro donde fuere y ante quien fuere siempre decía como timbre de gloria: SOY DE SAN FELIPE NERI, donde además tengo una segunda madre. A la tía Asunción la Morilla la consideraba la quería y la respetaba como a una madre, pues en su infancia lo fue para él , supliendo a Dña. Encarnación cuando sus obligaciones en la escuela no le daban lugar a ello.
Creo que San Felipe Neri está en deuda con este sacerdote, que bien merecía la dedicación de una calle, de una plaza, o de lo que fuere. No olvidad tampoco que él fue el alma y el impulsor valiente en la reconstrucción de la cúpula.
Ojalá que el pasado que os ha recordado este Pregón os estimule a continuar y mejorar el presente y el futuro no solo de la Parroquia, sino el de todo lo que implique y lleve consigo un futuro más progresista, más afín y más coherente con el gran ideario que movió al Cardenal Belluga a fundar vuestra Parroquia, vuestro pueblo, al que el Rey Dn. Felipe V concedió la categoría y la dignidad irrenunciables de Villa Real.
Gravad a fuego en vuestros corazones y en el de vuestros hijos y vuestros nietos estas dos fechas:

1.732: El Cardenal Belluga funda vuestra Parroquia y vuestro Pueblo con municipalidad propia.

1.884: Por circunstancias muy peculiares y hasta cierto punto anómalas, el pueblo pierde su municipalidad y es anexionado no muy regularmente al ayuntamiento de Crevillente, a ocho kilómetros de distancia. Durante ciento cincuenta y dos años fuisteis ayuntamiento independiente.
Parece ser que alguien os ha dicho que si consiguierais el primer paso de vuestra aspiración de ser ENTIDAD LOCAL MENOR, no pasaríais de ser un “equipucho” de segunda división. Os faltó responder que en vuestra situación actual no sois ni siquiera “equipucho” de tercera regional.Tened muy claro que el deseo de trabajar con todos los medios legítimos a vuestro alcance por recuperar la Municipalidad a la vez que el progreso de vuestra Patria Chica es un derecho inalienable que a nadie ofende y que nadie puede negaros ni entorpeceros.
Así debéis ser, así debéis sentir y así debéis seguir trabajando y luchando por continuar siéndolo; pero siempre con unos modos y un lenguaje respetuoso, culto, sencillo y correcto; y por supuesto sin desfallecimientos, sin cansancios y sin tirar jamás la toalla, decididos a conseguirlo sin límite de tiempo ni condicionamiento alguno de color político. SIEMPRE.
Por los siglos de los siglos.

†José María García Bernabé